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El Brexit o el arte de negociar

01 noviembre 2020 Categoría: Tribunas opinión

Un buen negociador deberá conocer muy bien el ámbito de la cuestión a resolver, además de poseer la inteligencia emocional y la pericia suficiente para lograr el mejor acuerdo posible.

El día a día nos obliga a constantes procesos de negociación, tanto en el ámbito personal como profesional. La continua confrontación de intereses a la que nos somete la humanidad, desde tiempos inmemoriales, provoca la aparición de conflictos que necesitamos resolver, y el mejor modo suele ser la negociación. Un buen negociador deberá conocer muy bien el ámbito de la cuestión a resolver, además de poseer la inteligencia emocional y la pericia suficiente para lograr el mejor acuerdo posible. Para ello deberá preparar una buena estrategia, ser empático, lo más flexible posible, y requerirá por encima de todo de una buena dosis de paciencia.

Paciencia es justo el ingrediente más socorrido por los ciudadanos comunitarios y británicos, si tenemos en cuenta que han pasado más de cuatro años desde el referéndum que apartó a Reino Unido de la Unión Europea desde el 1 de enero de este mismo año. Y es que, tras completar la novena y en teoría última ronda de negociaciones, sigue en el aire la futura relación económica y política de la UE y Reino Unido. El tiempo apremia y el periodo de once meses de transición, que en la práctica supone tratar a Reino Unido todavía como miembro de pleno derecho, acaba el 31 de diciembre y con ella su pertenencia al mercado único y a la unión aduanera.

El ajustado calendario no hace honor a los deseos mostrados por ambas partes para alcanzar un acuerdo; de hecho, y aquí viene la parte positiva, el acuerdo de divorcio quedó cerrado hace meses. Las áreas clave cubiertas atañen a la garantía de los derechos de los ciudadanos británicos en territorio comunitario y viceversa, así como a la factura a pasar a Reino Unido por su brusca decisión -unos treinta y tres mil millones de libras esterlinas o 1,5% del PIB británico en 2019-.

También se acordaba el tratamiento sobre Irlanda del Norte, evitando una frontera dura en la isla de Irlanda con lo que se salvaguarda el mercado único comunitario a la vez que se asegura a Belfast su permanencia en territorio aduanero británico. Y de forma exitosa, aunque de momento temporal y que requerirá de reconocimiento mutuo, se ha puesto en marcha la normalización de los servicios financieros.

Pero las tácticas negociadoras, buscando sentar las bases de la futura relación, se han endurecido últimamente de la parte británica, en teoría más necesitada para alcanzar un acuerdo por tamaño y dependencia comercial del continente -las exportaciones británicas a la UE suponen en torno al 45% de su cifra total-. Así, su intento de reabrir el tema norirlandés, ya pactado, y las dificultades para avanzar en aspectos como la justicia, mecanismos de resolución de conflictos o la pesca -supone sólo el 0,1% del PIB británico- nos recuerdan que no hay nada sencillo en la fase de concesiones, que antecede a todo proceso de cierre negociador.

Falta poco tiempo para la fecha límite y aunque todo sigue en el aire, el silencio mediático de las últimas semanas nos lleva a pensar que un acuerdo global podría estar cocinándose. Incluso si al final todo quedara en un pacto parcial, que suponga poner en marcha todo lo acordado, los mercados lo acogerían de manera positiva. Ambos son escenarios con los que la clase dirigente podría cantar victoria, poniendo en valor sus dotes negociadoras.

Pedro Sastre es Analista Senior de Estrategia de Mercados de Banca March

Artículo publicado en La Vanguardia

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