Una respuesta firme, conjunta y sincronizada en Europa
06 marzo 2022 Categoría: Tribunas opinión
La escalada del conflicto militar continúa y Europa se enfrenta a una profunda tragedia humana que, según ACNUR, provocaría el desplazamiento de más de 4 millones de refugiados. Estos tristes acontecimientos, han desencadenado una respuesta coordinada de las potencias occidentales, que tratan de estrangular a la economía rusa.
La U.E. en conjunto lidera una guerra comercial desde la fortaleza de ser el mayor cliente de Rusia, pero con la fragilidad de que estas compras se concentran en materias primas difíciles de sustituir: solamente en gas, suponen el 40% de nuestras necesidades. Parece difícil que Putin se atreva a limitar las exportaciones energéticas a Europa, que a día de hoy, tras las sanciones, son prácticamente la única fuente de ingresos del exterior. Pero en el caso de que lo hiciera, difícilmente la U.E. podría sustituirlas en el corto plazo.
Esta situación implicará precios energéticos más elevados, que afectarán a Europa con más virulencia. En términos de crecimiento, uno de los efectos negativos será la menor renta disponible: un encarecimiento del 30% de la factura energética de los hogares significaría un coste adicional de al menos 100.000 millones de euros este año. A pesar de lo elevado de esta cifra, debemos tener en cuenta que representaría un 12,5% del exceso de ahorro de los hogares acumulado durante la pandemia. Es decir, existe un colchón que nos permite pensar que el efecto a la baja sobre el consumo rondaría algo menos del 1% del PIB. Aunque es una cantidad manejable y que no supondría una recesión, la previsible caída de la confianza, unida al deterioro de los márgenes de las empresas, intensifican los riesgos a la baja.
Paulo Gonçalves es Analista Senior de Estrategia de Mercados de Banca March
Donde sí tendremos un mayor impacto es en la inflación. Las mayores presiones por el lado de costes de producción aplazarán la esperada moderación. Un incremento del 10% de los precios del gas suele elevar 0,3 p.p. el crecimiento del IPC en la eurozona. Una sensibilidad elevada que nos hace pensar que el IPC promedio este año registrará crecimientos por encima del 5% frente al 3,9% previsto antes del estallido del conflicto armado.
Con estos efectos sobre la mesa, crece la presión en Bruselas para que se diseñe un escudo interno de protección para la industria y los hogares europeos. En el terreno fiscal, Comisión Europea dejará previsiblemente congeladas las reglas fiscales hasta al menos 2023, dando margen a que los gobiernos apoyen ante el encarecimiento de la factura de la luz. Se estima que las medidas implementadas el año pasado representaron un 0,4% del PIB de la región y en esta ocasión el coste será muy superior. Además, será necesario afrontar un mayor gasto militar y sobre todo acelerar el cambio de modelo energético europeo, con el objetivo de reducir la dependencia externa y aumentar el peso de las renovables.
En política monetaria el margen de actuación es menor, pero en la reunión del BCE de la próxima semana esperamos un mensaje más cauto, a la espera de conocer los efectos de las tensiones actuales. No esperamos un cambio de tendencia, pero sí una menor velocidad en la retirada de los estímulos y sobre todo que se muestre dispuesto a proveer de liquidez al sistema financiero en caso de necesidad. Justo cuando comenzábamos a doblegar la pandemia, Europa se enfrenta a un nuevo desafío, en el que nuevamente deberá dar una respuesta económica y humanitaria conjunta.
Artículo publicado en ABC