Paciencia, mein liebes Deutschand
27 octubre 2024 Categoría: Tribunas opinión
El Fondo Monetario Internacional actualizaba esta semana sus previsiones de crecimiento global. En la eurozona, la economía peor parada ha sido la alemana: ahora el organismo prevé en 2024 el estancamiento económico del país y un crecimiento más anémico en 2025, del +0,8%, frente al +1,3% previo. Esta revisión sigue al recorte del Gobierno alemán, el cual pronostica una contracción del -0,2% en 2024 frente al +0,3% anterior. Y van ya dos años de estancamiento.
Podríamos pensar que son problemas del primer mundo teniendo en cuenta las cifras del país: es la tercera economía mundial en términos de PIB nominal, contando con un PIB per cápita de 53.000 dólares, muy por encima de la media comunitaria y un 60% superior a la española. Su índice de desarrollo humano (IDH), que mezcla esperanza de vida, educación e ingreso per cápita, es el séptimo del mundo en 0,95 puntos y el primero entre las grandes economías. Y su coeficiente Gini, que mide la desigualdad salarial y por ende social, es el mejor del G-20.
Pedro Sastre es Analista Senior de Estrategia de Mercados de Banca March
Las previsiones ponen sin embargo en relieve los desequilibrios que arrastra su economía, algunos desde hace años. Sobresale por un lado su elevada dependencia de las importaciones energéticas –representaron el 68% del consumo de energía primaria en 2023–, al descubierto tras la invasión rusa de Ucrania y que intenta corregir con políticas de incremento de participación de energías renovables y eficiencia energética. Destaca además su elevada dependencia del comercio global, centrada en países como China, con un volumen de exportaciones de bienes y servicios en 2023 del 47% del PIB vs 12% Estados Unidos, grado de apertura perjudicial en momentos de mayor tensión geopolítica como el actual.
Desde un punto de vista sectorial, subrayamos su alto enfoque en las industrias automotriz y mecánica, particularmente en las exportaciones –31% de las exportaciones totales en 2023– y con ambas en peligro por la creciente competencia china. Por último, es también remarcable unos niveles de inversión insuficientes en infraestructuras y digitalización, junto con un elevado nivel de burocracia y regulación que obstaculiza una acción económica flexible.
El punto de partida para mejorar es, sin embargo, esperanzador. La base industrial del país es muy sólida –31% del PIB–, y su recuperación plausible por los menores costes energéticos –precios del gas revirtiendo a niveles de 2018– y la esperada recuperación del consumo mientras la inflación se modera. Señalamos además cómo el retroceso de la producción industrial no ha ido acompañado de una caída en el valor añadido, sugiriendo que los fabricantes alemanes han cambiado a productos más sofisticados. Su economía es además puntera en I+D –3,1% del PIB y subiendo– en sectores como la biotecnología o maquinaria.
Su mercado laboral es también destacable. Alemania cuenta con un desempleo estructural bajo, del 3,5% actual, con un sistema de formación profesional desarrollado –Ausbildung– y un tejido productivo con alto número de PYMES exportadoras de propiedad familiar –Mittelstand–. También, mencionar cómo la política germana se orienta al consenso.
La economía global se encamina a un aterrizaje suave, y con ella Alemania. Creemos que el momento es propicio para que el país enfrente sus problemas de transformación industrial, aprovechando precios energéticos más bajos y una mayor aportación del consumo. Son motores que permitirán, a nuestra querida Alemania, recuperar en este ciclo su pujanza reciente.
Artículo publicado en ABC