Los bancos centrales: entre la firmeza y la flexibilidad
13 marzo 2022 Categoría: Tribunas opinión
Los tambores de guerra suenan desde hace semanas en suelo europeo, contra pronóstico de muchos y sumiendo al continente en una tragedia humana de impredecibles consecuencias. La invasión de Rusia sobre Ucrania, con la intención de instalar un gobierno títere, ha tenido como resultado duras medidas económicas por parte de Occidente y una importante escalada de los precios de las materias primas.
No es extraño así pensar que, en el más corto plazo y mientras el mercado calibra el impacto de las sanciones y el riesgo de un shock energético, la volatilidad y una presión vendedora se hayan instalado en los mercados. Así lo atestiguan, desde el inicio de los ataques a Ucrania, las caídas de más del 10% en las bolsas europeas, el rebote superior al 20% del petróleo o que se haya duplicado el precio del gas natural en el mercado holandés, la referencia en Europa.
Este importante cambio de escenario sitúa a los bancos centrales de nuevo en el disparadero, con un delicado balance entre su intento por controlar los precios sin hacer descarrilar el crecimiento mundial. Pese a la trágica espiral reciente, un sentimiento de cierta normalidad prevalece en los mensajes de los bancos centrales. En el caso de la Fed, y quizás por la baja dependencia económica estadounidense de Rusia -menos del 1% de los ingresos de las compañías integrantes del índice Standard&Poor´s 500-, no se esperan sorpresas y el proceso de subida de tipos echará a andar la semana que viene.
Pedro Sastre es Analista Senior de Estrategia de Mercados de Banca March
Así, y pese al reciente dato de precios, del 7,9% y en máximos de 40 años, pensamos que factores como el endurecimiento de las condiciones financieras globales ya en curso, derivadas del conflicto bélico, un escenario de crecimiento global en revisión y unos efectos duraderos de segunda ronda de la inflación todavía por confirmar, harán que la Fed actúe sin prisa pero sin pausa, elevando en 25 p.b. el precio del dinero la semana que viene y cinco veces más en 2022.
En el caso europeo, el BCE confirmó esta semana una senda de endurecimiento firme pero flexible, al constatar que la preocupación por los precios -prevé IPC del 5,1% en 2022 vs 3,2% previo- pesa más que el impacto en la demanda derivado del conflicto bélico. La institución acelerará así la retirada de estímulos -podría terminar la compra neta de bonos en junio- y abre la puerta a una primera subida de los tipos, testimonial, en octubre si nos atenemos al movimiento de las curvas. Es un mensaje que presiona a los Gobiernos de la eurozona, buscando una respuesta fiscal contundente, por segunda vez en dos años, ante la crisis energética que planea sobre el mayor bloque económico comercial del mundo.
El fuerte rebote del precio de las materias primas pone en el disparadero el actual dilema al que se enfrentan los guardianes de las finanzas. Los precios desorbitados del crudo y gas, con el potencial impacto negativo en la inflación -y sus expectativas futuras-, salarios reales y la actividad económica, ponen al descubierto que no son tantas las armas a disposición de los bancos centrales para combatir este tipo de eventos. Bajo esta premisa esperamos que la Fed y el BCE, entre otros, continúen con el ajuste gradual de sus políticas monetarias, siendo ahora menos probable movimientos más agresivos de cara a 2023. Tipos al alza pero todavía muy asumibles por unos mercados que tratan de sacudirse el horror de lo que nunca debió pasar.
Artículo publicado en La Vanguardia.