Juego de equilibrios
31 enero 2021 Categoría: Tribunas opinión
Deberíamos recurrir a activos menos líquidos, pero capaces de generar ingresos recurrentes, sobre todo proyectos de financiación de infraestructuras básicas.
Rentabilidad y riesgo van de la mano. No se puede entender uno sin el otro. Ahora bien, por simplicidad muchas veces asociamos volatilidad a riesgo, conceptos que no son idénticos: ¿descartaríamos una inversión porque sus precios varían mucho o porque vemos una probabilidad elevada de perder parte de la inversión? No es lo mismo. Lo primero – variación de precios – es la volatilidad y no debe suponer un problema para quienes invierten a largo plazo y mantienen su cartera bien diversificada.
Sin embargo, justamente este año una de las grandes dificultades será cómo lograr esta diversificación teniendo en cuenta las actuales cotizaciones de la deuda pública. Partimos de unas “tires” tan bajas (incluso negativas en muchos casos) que los ingresos generados y las posibilidades de ganancias en una hipotética recesión son muy escasos, y apenas lograrían paliar pérdidas en los activos de riesgo.
A ello se une otro temor: ¿comenzará a repuntar la inflación? Al contrario de la volatilidad, la inflación sí es una variable que para un ahorrador supone pérdidas de poder adquisitivo difícilmente remediables. Actualmente el mercado no anticipa una inflación elevada, situación que, de ocurrir, sería uno de los principales riesgos para la buena marcha de los activos financieros.
En este entorno, el habitual juego de equilibrios entre rentabilidad y riesgo se antoja complejo, pero no imposible. El enfoque tradicional de diversificación entre renta variable y renta fija necesitará nuevas palancas para alcanzar sus objetivos.
A nivel de cartera, deberíamos recurrir a activos menos líquidos, pero capaces de generar ingresos recurrentes. Nos referimos sobre todo a proyectos de financiación de infraestructuras básicas, activos que han demostrado en las últimas crisis aportar un flujo de ingresos fiables, con cierta protección sobre la inflación y un potencial de revalorización del capital. Características que permitirán elevar la diversificación para aquellos inversores que pueden afrontar la falta de liquidez de estos subyacentes.
El oro es otro activo que nos ayudará a diversificar y cubrirnos ante acontecimientos inesperados. Con tipos de interés reales negativos, el coste de mantener oro es muy reducido y, además, este activo puede actuar como cobertura en momentos de pánico. Sin embargo, es en su protección ante repuntes inesperados de la inflación donde pensamos que residirá su atractivo para este año.
Otra palanca que nos apoyará para lograr mayores rentabilidades sin elevar considerablemente el peso de la renta variable en cartera será la exposición sectorial. Seguimos convencidos de la importancia de la inversión en tendencias estructurales: el crecimiento diferencial de la tecnología y el consumo digital continuarán brillando en bolsa, así como las empresas relacionadas con el cambio hacia una economía más verde (que recibirán una elevada proporción de los estímulos para impulsar la salida de la recesión).
En conclusión, aunque la deuda pública continuará teniendo su espacio en cartera por sus propiedades de diversificación, es ahora necesario destinar un mayor peso a otros activos que por un lado permitan obtener ingresos recurrentes (infraestructuras), por otro, actúen de cobertura ante riesgos inesperados (oro) y, además, debemos mantener el foco en el largo plazo con exposición a temáticas de crecimiento dentro de la renta variable.
Paulo Gonçalves es Analista Senior de Estrategia de Mercados de Banca March
Artículo publicado en ABC