El momento es ahora
31 octubre 2021 Categoría: Tribunas opinión
Las últimas reuniones del FMI y Banco Mundial son la mejor demonstración de que la preocupación por el cambio climático ha pasado a tener un papel clave entre los retos de futuro. De ser un riesgo hipotético se ha transformando en uno de los dinamizadores de la economía, los mercados y nuestras inversiones.
A las puertas de la Cumbre del Clima (COP 26), las perspectivas y los datos no son alentadores. El último informe sobre la Brecha de Emisiones (PNUMA) deja claro que los actuales compromisos de reducción de emisiones no son suficientes para cumplir los objetivos del Acuerdo de Paris (2015) y tan solo evitarían un 7,5% de las emisiones previstas para 2030, frente al 55% de reducción necesaria para situarnos en la ruta correcta que frenaría un aumento de la temperatura por encima de los 1,5 °C respecto a la era preindustrial. Estamos por tanto todavía lejos de los objetivos.
Paulo Gonçalves es Analista Senior de Estrategia de Mercados de Banca March
Por otro lado, como apunta el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB), en los últimos 10 años las pérdidas económicas globales asociadas a catástrofes meteorológicas han alcanzado los 1,6 billones de dólares, una cifra que duplica lo registrado en la década de 1990. Pero que, además, muestra una tendencia creciente. Solo en 2020, las pérdidas económicas alcanzaron los 210.000 millones de dólares (un 27% más que el año previo). Si no logramos frenar el calentamiento global, la comunidad científica advierte del aumento exponencial de estos fenómenos adversos y, con ellos, un aumento de los costes medio ambientales pero también económicos que tendremos que afrontar.
El incremento de los compromisos climáticos, que se debatirá en la cumbre de Glasgow, será fundamental para frenar las emisiones. Pero para acelerar esta ineludible transformación de la estructura económica a la que nos enfrentamos actualmente, será necesario encontrar mecanismos de financiación. Según el FMI, alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050 requerirá un ritmo de inversión de entre el 0,6% y el 1% del PIB mundial en las próximas dos décadas, una cantidad acumulada de entre 12 y 20 billones de dólares (cifra cercana al PIB de Estados Unidos).
Esta enorme cantidad de inversión y la urgencia de actuación para contener las emisiones de gases de efecto invernadero no podrán afrontarse en solitario por los gobiernos. Un empuje hacia la inversión “verde” es sin duda una de las grandes tareas sobre las que esperamos avances en esta cumbre del clima.
Las finanzas sostenibles tendrán que ser protagonistas dentro del proceso de cambio, movilizando capital y canalizando el ahorro privado hacia las compañías y productos financieros que se puedan beneficiar de estas tendencias. Más allá de las decisiones políticas que nos dejen estas dos próximas semanas, lo que parece claro es que la demanda de productos más sostenibles y la inversión en empresas que se beneficien de la transición energética hacia fuentes renovables seguirá aumentando en los próximos años, por lo que debemos tener exposición a esta tendencia en nuestras inversiones.