Draghi: ¿un nuevo Plan Marshall para la Unión Europea?
13 octubre 2024 Categoría: Tribunas opinión
El expresidente del Banco Central Europeo presentaba en septiembre “El futuro de la competitividad de Europa”. El documento, encargado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ofrece una hoja de ruta para revitalizar la economía de la Unión Europea (UE) en un contexto de transformación tecnológica, energética y geopolítica. De fondo subyace la pérdida de peso global de la UE, que en 1980 suponía el 25,8% del PIB frente al 14% actual.
Draghi señala tres grandes desafíos para la UE –menor diferencial de innovación frente a EE.UU., un plan competitivo de descarbonización y una Europa más segura y menos dependiente–, y dos requisitos sine qua non para avanzar, la inversión y mejora de la gobernanza.
Pedro Sastre es Analista Senior de Estrategia de Mercados de Banca March
El informe sugiere medidas para mejorar la innovación, reformar el mercado eléctrico y fortalecer la autonomía estratégica. Y sobre todo habla de inversiones: 800.000 millones anuales de euros –5% del PIB europeo– de dinero público y privado para mejorar la competitividad. Cifra muy notable si tenemos en cuenta que, sólo en un año, multiplicaría por 5 veces el dinero invertido en el Plan Marshall tras la II Guerra Mundial, y supondría el total proyectado para los fondos NextGen tras la Covid-19.
La implementación de sus propuestas enfrenta, sin embargo, retos significativos. Para comenzar, la falta de consenso para conseguir una integración profunda. Draghi propone una mayor cohesión económica, con un mercado de capitales unificado y la emisión de eurobonos para financiar las medidas.
Son propuestas que chocan con el disenso político, ante la evidente reticencia a la mutualización de la deuda y mercado financiero paneuropeo liderado por Alemania. La deuda pública de la eurozona roza el 90% del PIB, frente al 60% objetivo, y nada asegura que el dinero invertido, que generará más deuda e intereses a pagar, revierta de forma productiva. El plan de Draghi adolece de una estrategia clara para superar estas divisiones.
El informe sobreestima, además, la capacidad inversora del sector privado. Y es que es osado asumir que este querrá invertir a gran escala en una Europa marcada por la baja productividad y el estancamiento económico. Aunque Draghi sugiere simplificar la regulación y fortalecer los mercados de capitales, esto no garantiza un apetito de inversión suficiente.
Como ejemplo los fondos NextGen, destinados a completarse en varios años y que, en países como España, el plan tiene problemas para absorber los fondos asignados –hasta ahora se ha adjudicado el 60% de los 69.500 millones disponibles en la primera fase del Plan de Recuperación–. Sin un análisis más riguroso de la capacidad estatal para generar proyectos atractivos y del interés de los inversores, el riesgo de incumplimiento es elevado.
Por último, el documento ofrece una visión limitada sobre la resistencia social a la descarbonización. Y es que el informe considera la descarbonización como clave para la competitividad de la UE, pero subestima las tensiones sociales derivadas del proceso. Sin una reducción tangible en las tarifas eléctricas y apoyo ciudadano, la transición verde podría perder respaldo popular y convertirse en una fuente de inestabilidad.
Llegan nuevos tiempos, y la UE no puede depender de la energía barata de Rusia, las exportaciones a China o la protección de EE.UU. El Informe Draghi, presentado como una especie de nuevo Plan Marshall para la UE, propone un plan de acción ambicioso. El deseo de su implementación, sin embargo, chocará con la realidad de una Europa que sólo ha reaccionado, en su historia reciente, a golpe de crisis.
Artículo publicado en La Vanguardia