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Bancos centrales, en busca de lo invisible.

24 noviembre 2024 Categoría: Tribunas opinión

 

Imagínese una mesa de billar. En el momento en que una bola es lanzada hacia a otra, esperamos que el impacto desplace a la segunda. Sin embargo, el filósofo empirista David Hume reflexionó: ¿cómo sabemos que esto ocurrirá, si somos incapaces de percibir visualmente la fuerza del desplazamiento? La respuesta: porque la experiencia nos indica que siempre sucede de la misma manera. Con ello, concluyó que únicamente percibimos ciertos aspectos de la realidad y construimos relaciones de causa y efecto en base a la repetición de eventos.

Al igual que Hume, los bancos centrales se enfrentan a la difícil tarea de identificar al esquivo tipo de interés de equilibrio (ese nivel que no estimula ni frena el crecimiento y la inflación), solamente conociendo los efectos económicos que produce la variación en las tasas oficiales.  Inferir esta cifra es clave para clasificar a los tipos de los bancos centrales como restrictivos o expansivos.

Luis Fernando Coello es Analista de Estrategia de Banca March

Los estudios más recientes sugieren que el actual punto neutral en los tipos ha aumentado con respecto a los niveles previos a la pandemia. Factores como la disrupción en las cadenas de suministro, los altos precios de la energía y unas políticas fiscales más intervencionistas contribuyen a una inflación, un crecimiento y un déficit fiscal más elevados y, por tanto, unos tipos que difícilmente volverán a los niveles extremadamente bajos de la pasada década.

Además, se presentan peculiaridades regionales.

En Estados Unidos, la Fed ha conseguido doblegar al fantasma inflacionista sin trastocar la economía. El crecimiento americano se mantiene en niveles saludables del 2,8% anualizado con un imparable consumidor americano aportando el 88% del crecimiento. En este caso, el modelo teórico de la Fed de Nueva York (Holston, Laubach y Williams) estima un tipo neutral nominal que está cerca del 3%.

En Europa, el BCE ha seguido una senda parecida a la Fed, con el mismo resultado en cuanto a la inflación, aunque no en cuanto a la salud económica. La dupla francoalemana continúa resentida. Justamente el viernes se revisaba a la baja una décima el crecimiento del tercer trimestre en Alemania hasta el +0,1%. Por tanto, el BCE se enfrentará al dilema de si debe desacoplarse del ritmo de la Fed y tomar un camino más activo para sostener la inflación en los objetivos del 2%.

A esta divergencia entre regiones, se le une la llegada del imprevisible Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, que introduce nuevas variables, también no observables, a la ya de por sí compleja ecuación de los tipos. Por ello, los equipos económicos de la Fed y el BCE trabajan para esbozar el efecto Trump 2.0 en sus modelos. Seguramente, las primeras conclusiones las veremos en las reuniones de diciembre, en las que ambas instituciones reducirán tipos, pero afrontarán la compleja tarea de definir la política monetaria de cara a 2025.

El enigma del tipo neutral persiste, mientras nuevos vientos desde Estados Unidos comienzan a soplar con fuerza. Aunque también invisibles a primera vista, su impacto, como la experiencia nos ha enseñado, se sentirá en la economía global.

Artículo publicado en La Vanguardia

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